EGR 2022
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Prácticas del Lenguaje

Leyendas urbanas

¿Qué son las leyendas urbanas?

Las leyendas urbanas son relatos considerados verdaderos por el narrador y su público, que se ubican en un escenario urbano plenamente reconocible por ellos. Su propósito central es advertir sobre los riesgos de vivir en una ciudad y explicar ciertas creencias y prejuicios propios de los barrios o del ámbito ciudadano en general.

Las características de estos relatos son las siguientes: los protagonistas y personajes pueden ser figuras religiosas, como Jesús, la Virgen María o San Pedro. También suelen estar protagonizados por ciertos personajes que tienen o tuvieron existencia histórica.

Los distintos pueblos recrean su biografía asimilándola a la de un héroe o heroína. Algunos ejemplos en la Argentina son la Difunta Correa, el Gauchito Gil, la Madre María o la cantante Gilda; en todos los casos, sus vidas y sus muertes quedan en la memoria colectiva. El pueblo los recuerda y les da poderes mágicos más allá de la muerte: curan si se les hacen promesas, cumplen deseos y ayudan a los vivos. Otros personajes de leyendas urbanas son seres maravillosos: fantasmas, duendes y otros entes espirituales, como el hombre gato, el bomberito o la llorona de los shoppings.

Otra característica es el tiempo en el que transcurren las leyendas urbanas. Se trata de un tiempo histórico cercano y reconocible para quien escucha o lee la leyenda. Esto mismo sucede con los escenarios, que remiten a la ciudad y sus paisajes, o a lugares más característicos: el subte, casas abandonadas de ciertos barrios, teatros o escuelas tradicionales.

subte A

La última característica de las leyendas urbanas es su finalidad. Su propósito central es advertir sobre los peligros de la ciudad. Muchas de ellas toman el problema de la xenofobia, como las leyendas urbanas asociadas a los restaurantes chinos y sus supermercados, o el temor a los extraños que pueden engañar a alguien para extraerle un riñón. Algunas otras son explicativas, como aquella que revela por qué titilan las luces del subte de la línea A.

Romeo y Julieta criollos

Cuenta la tradición que la aristocrática familia Anchorena vivía en el actual Palacio San Martín, donde funciona el Ministerio de Relaciones Exteriores. Hacia 1920, sus miembros decidieron construir la iglesia del Santísimo Sacramento como futuro sepulcro familiar. Por esa época, un joven Anchorena se enamoró locamente de Corina Kavanagh, una muchacha de familia adinerada, aunque no aristocrática. Pero el romance no fue aprobado por los padres del joven y los novios tuvieron que separarse.

Corina, entonces, tramó una extraña venganza que no implicó que corriera sangre: ordenó levantar en San Martín y Florida un edificio cuyo único requisito fue que le impidiera a la familia Anchorena ver la iglesia del Santísimo Sacramento desde su lujoso palacio. Aún hoy pesa la “maldición” arquitectónica, ya que el edificio Kavanagh sigue obstaculizando la visión del templo católico.

Las luces titilantes del subte A

Cuentan quienes viajan en el subte A, que une Plaza de Mayo y Floresta, que un fenómeno muy extraño sucede cuando los últimos trenes subterráneos atraviesan una parte de su trayecto. Se dice que en la media estación que nunca fue terminada, situada entre Pasco y Alberti, es posible observar presencias sobrenaturales. Al pasar por allí el subte, las luces del vagón titilan y se pueden ver dos figuras masculinas sentadas en el andén abandonado.

Cuenta la leyenda que, cuando se estaba construyendo esa media estación, dos obreros italianos perdieron la vida por la caída de una viga. Por eso, la empresa constructora decidió cancelar la obra de esa estación intermedia entre Pasco y Alberti. Pasajeros del subte sostienen que esos dos hombres aún permanecen en el lugar: los ven sentados o parados en las vías, mirando el horizonte.

Los duendes de La Boca

Cuenta la historia que, en 1908, la rica hacendada María Luisa Auvert decidió mandar a construir un edificio de alquiler en la esquina de Benito Pérez Galdós, entre Almirante Brown y Villafañe, en el barrio de La Boca. El encargado de la construcción fue un arquitecto catalán que montó una impresionante obra de arte que encantó a la propietaria. Tanto le gustó, que olvidó su idea de alquilar los pisos y resolvió que el edificio fuera su propia residencia. Para conservar el estilo de la vivienda, María Luisa hizo traer muebles, adornos y plantas desde Europa. La leyenda cuenta que estos objetos no vinieron solos... Al poco tiempo de recibidos, los vecinos de la residencia empezaron a escuchar ruidos constantes y extraños. Esto complicó tanto la relación de la propietaria con los vecinos que decidió mudarse. El “castillo”, como llaman actualmente al edificio, se destinó entonces a su propósito original: sus pisos fueron alquilados, en su mayoría, a artistas que montaron allí sus atelieres. En el último piso, coronado por una torre, vivía Clementina, una artista plástica algo famosa. Un día, una periodista acudió a la vivienda para hacerle un reportaje y fotografió sus obras. Al revelar las fotos, se llevó una gran sorpresa: varios duendes de colores aparecían rondando sus cuadros…

Leyendas Urbanas

Entonces, llamó a Clementina para contarle el hallazgo; pero la pintora se había arrojado de la torre unos días antes. La leyendadice que fueron los duendes quienes empujaron a Clementina al vacío y que todavía hoy pululan con ella en el viejo y hermoso castillo de La Boca.