Las leyendas urbanas son relatos considerados verdaderos por el narrador y su público, que se ubican en un escenario urbano plenamente reconocible por ellos. Su propósito central es advertir sobre los riesgos de vivir en una ciudad y explicar ciertas creencias y prejuicios propios de los barrios o del ámbito ciudadano en general.
Las características de estos relatos son las siguientes: los protagonistas y personajes pueden ser figuras religiosas, como Jesús, la Virgen María o San Pedro. También suelen estar protagonizados por ciertos personajes que tienen o tuvieron existencia histórica.
Los distintos pueblos recrean su biografía asimilándola a la de un héroe o heroína. Algunos ejemplos en la Argentina son la Difunta Correa, el Gauchito Gil, la Madre María o la cantante Gilda; en todos los casos, sus vidas y sus muertes quedan en la memoria colectiva. El pueblo los recuerda y les da poderes mágicos más allá de la muerte: curan si se les hacen promesas, cumplen deseos y ayudan a los vivos. Otros personajes de leyendas urbanas son seres maravillosos: fantasmas, duendes y otros entes espirituales, como el hombre gato, el bomberito o la llorona de los shoppings.
Otra característica es el tiempo en el que transcurren las leyendas urbanas. Se trata de un tiempo histórico cercano y reconocible para quien escucha o lee la leyenda. Esto mismo sucede con los escenarios, que remiten a la ciudad y sus paisajes, o a lugares más característicos: el subte, casas abandonadas de ciertos barrios, teatros o escuelas tradicionales.
La última característica de las leyendas urbanas es su finalidad. Su propósito central es advertir sobre los peligros de la ciudad. Muchas de ellas toman el problema de la xenofobia, como las leyendas urbanas asociadas a los restaurantes chinos y sus supermercados, o el temor a los extraños que pueden engañar a alguien para extraerle un riñón. Algunas otras son explicativas, como aquella que revela por qué titilan las luces del subte de la línea A.